El sábado pasado salimos a cenar mi marido y yo…y nadie más!

Nos fuimos solos por primera vez desde hace un año y medio aproximadamente, porque cuando estaba embarazada de Alejandra nos mudamos de ciudad y de casa (obvio!) y con tanto cambio no queríamos dejar a Pilar sola para salir por ahí y estuvimos saliendo con ella durante unos meses; además, yo no me encontraba muy bien que digamos (vómitos por doquier y una ciática enorme) así que tampoco es que me apeteciera mucho salir de juerga. Luego nació Alejandra y ya tiene 14 meses…así que, más o menos este es el recuento.

Pilar tenía muchas ganas de quedarse a dormir con sus yayos, se pasó la semana entera hablando de lo bien que iba a dormir allí en su camita y del cuento que su yayo le iba a contar…Alejandra no creo que supiera de qué iba el cuento hasta que nos fuimos, ya que nunca lo habíamos hecho antes.

Las niñas cenaron en la casa de la playa de mis padres, lo que por un lado les gustó mucho por la novedad, pero por otro lado desestabilizó un poco a Alejandra cuando vió que era la hora de dormir, que se moría de sueño y que sus padres no estaban allí.

En fin, que la pobrecita bebé lloró y no se pudo dormir, por lo que tuvimos que volver antes de lo previsto; y además, Pilar no pudo dormirse al oir a su hermana llorar…por lo que terminó viniendo a dormir con nosotros cuando fuimos a recoger a Alejandra.

Pero en cualquier caso, nuestra experiencia fue totalmente positiva. Nos encantó salir solos, conversar tranquilamente sin tener que preocuparnos de nada más que de conversar 🙂

Ahora ya estamos pensando cuándo será la siguiente. De momento nos contentamos con salir a cenar, no necesitamos grandes juergas ni trasnochar. Únicamente una conversación tranquila y la seguridad de que las niñas están atendidas.