Ultimamente estoy leyendo un libro interesantísimo de crianza, Regreso al Vínculo Familiar de Gordon Neufeld, un psicoterapeuta que habla de lo importante que es el vínculo con nuestros hijos para poder tener una relación sana con ellos y para que ellos puedan desarrollarse adecuadamente.

Según la opinión de este autor, es el vínculo lo que hace que los papás y mamás adoremos a nuestros bebés a pesar de tener que cambiar pañales malolientes, pasar noches en vela o que no podamos ir al baño con la puerta cerrada.

Es el vínculo lo que hace que cuando nuestro bebé crece y tiene rabietas explosivas que nos hacen pasar ridículo en el supermercado sigamos queriéndole como si nada y que cuando crece más aún, tengamos en el pedestal a nuestro hijo aunque nos pregunte 100 veces ¿cuando llegamos?

De hecho, si no es nuestro hijo el que llora, ni el que patalea, no nos afecta de la misma manera…igual que tampoco tenemos la misma paciencia con la insolencia de nuestros hijos que con el resto.

En el libro, pone un ejemplo bastante gráfico: una gata da a luz a cuatro gatitos y se tumba para amamantarlos. Está horas tumbada mientras los amamanta sin comer, ni beber,ni inmutarse aunque los gatitos se le suban por encima, le mordisqueen la oreja o le arañen un poco. Si a esta gata tan paciente le ponen otro gatito que no es suyo para que lo amamante, puede que sea mucho más estricta con él y no le permita ni mordiscos, ni arañazos, ni ninguna concesión.

Y si por esto fuera poco, el vínculo también funciona hacia el otro sentido. Es el vínculo el que hace que nuestros hijos quieran agradarnos cuando está bien establecido y es fuerte. Es el vínculo lo que hace que nuestros bebés necesiten nuestra presencia y que cuando los bebés crecen, sigan queriendo estar con nosotros la mayor parte del tiempo.

El vínculo al que se refiere Gordon Neufeld es lo que John Bowlby llama el apego, en su teoría del apego.

El problema que Gordon Neufeld apunta en su fantástico libro, es que las separaciones tempranas, las prisas, el poco tiempo que le dedicamos a nuestros hijos y las ganas que parece que tenemos los adultos en hacer crecer demasiado rápido a los niños, están dañando el vínculo de nuestros hijos con nosotros.

El vínculo de hijos a padres está dejando de ser su fundamento de vida y se están vinculando hacia sus iguales (los amigos) lo que es una fuente de problemas, porque sus iguales no pueden ni deben ser su guía y su sostén.

Un niño con un vínculo fuerte hacia sus padres no suele convertirse en un adolescente rebelde que los odia, que sólo quiere encerrarse en su cuarto y no quiere ni hablar ni convivir con ellos. No quiere decir que no vayan a tener discusiones, seguro que las tendrán, pero el mal ambiente no será el dominante en la casa.

Un niño con un vínculo débil hacia sus padres, sigue necesitando vincularse con alguien por lo que dirige su atención y su vinculación hacia sus amigos.

Según Neufedl, en las familias vinculadas adecuadamente y en las sociedades que fomentan esta vinculación, las relaciones son más armoniosas porque no existe ninguna competencia por el vínculo de los hijos.

¿Y vosotros qué pensáis? ¿es tan importante el vínculo? ¿Si este vínculo falla nuestos hijos pueden dejar de querer estar con nosotros?