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Hace varios días, las redes sociales y la blogosfera maternal se revolucionó porque mi amiga Gema Lendoiro publicó este artículo en el que decía que nunca se debe pegar a los niños, nada, ni un cachete aislado siquiera. Ella recibió muchísimos comentarios positivos, el post se compartió miles de veces…pero también recibió muchas críticas, gente que pensaba que estaba exagerando y que el cachete es un método educativo tan válido como cualquier otro.

Da la casualidad de que pocos días después, salió esta entrevista en prensa en la que el mediático Juez Calatayud afirmaba:

Confundir un cachete con maltrato es una auténtica barbaridad

Si me conoces mínimamente, sabrás que estoy en contra de cualquier tipo de maltrato, por leve que sea. Y para mí (igual que para el Código Civil desde el año 2007) una bofetada es maltrato, diga el Juez Calatayud lo que diga.

Yo pienso que no se puede separar porque ¿qué se considera maltrato entonces? ¿dos cachetes a la semana? ¿cinco? ¿tres al día? y es evidente que no es lo mismo frente a la ley una bofetada que un gran maltrato en el que el niño tiene los huesos rotos, pero para mi, cualquier agresión física es un maltrato.

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Además, no es un tema tonto que debamos ignorar, porque en el año 2013 se publicaron los datos de un informe de la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) donde se decía que el maltrato a los menores ha aumentado un 13% en ¡un año! Así que cuanto más justifiquemos el “cachete a tiempo” más aumentarán los casos atendidos por esta Fundación.

La gente que justifica el cachete, normalmente lo hace por dos motivos:

1. Porque piensa que a ellos también les pegaron y no les ha pasado nada

2. Porque cree que sirve como una forma de enseñar límites y respeto a los niños

No se puede saber cómo sería una persona si hubiera recibido un trato diferente en su niñez, así que no voy a intentar rebatir el primer motivo, aunque si te invito a leer este post de Ramón Soler donde analiza en profundidad este aspecto y muchos otros de las personas que defienden la “bofetada a tiempo”.

Sin embargo sí he querido reflexionar sobre el primer motivo “emplear el cachete como método educativo” y ahora quiero contarte lo que aprende un niño (de verdad) cuando recibe una bofetada de sus padres:

1. Merezco que me traten mal

Los niños pequeños no conocen cómo es el mundo, ellos ven la realidad a través de los ojos de sus padres y piensan que siempre tienen razón. De esta forma el niño piensa “mis padres nunca se equivocan, si me hacen daño es porque soy una persona que se merece que le dañen”.

Si lo pensamos un poco, no me parece algo que se deba aprender nunca y mucho menos en la infancia.

Todos tenemos derecho a que nos traten bien, todos merecemos respeto, por lo que nadie debería pensar de sí mismo que no es válido y que se merece el maltrato.

2. Los mayores pegan a los pequeños (o el fuerte pega al débil)

Un niño que recibe un cachete de un adulto entiende perfectamente el mensaje “cuando me enfade puedo pegar a alguien más débil que yo porque está permitido”.

3. Mis padres me dan miedo

Yo quiero que mis hijas me quieran, confíen en mi, me tengan respeto… pero no quiero que me tengan miedo.

El miedo no es una emoción que los niños deban sentir hacia sus padres.

[Tweet “El miedo no es una emoción que los niños deban sentir hacia sus padres.”]

4. No confío en mis padres

El cachete anula la confianza del niño en sus padres. Si tiene problemas no acudirá a ellos porque siente que no le van a defender ni ayudar.

El cachete fomenta la mentira porque si dice la verdad puede llevarse una bofetada por “hacer las cosas mal”.

5. Estoy enfadado con mis padres

Las bofetadas pueden crear resentimiento en los niños y deseos de venganza. El niño se porta peor que nunca porque en realidad quiere vengarse de sus padres porque se ha sentido herido.

6. Mis padres no deben pillarme

Es decir, con el cachete no se evita el mal comportamiento, el niño no se comporta bien porque quiera hacerlo o porque crea que debe hacerlo. Se comporta bien cuando sus padres están delante o cuando pueden pillarle.

Se comporta bien sólo por miedo y aprende a esconderse muy bien para que no le pillen.

7. Pegar está bien

Si mis padres (que son mi referente) me han pegado, significa que se puede pegar para resolver conflictos. Significa que la violencia es la forma adecuada de resolver los enfados y descargar nuestra ira.

Muchas veces seguro que hemos visto la típica escena en la que un papá le pega a su hijo para enseñarle que “no se pega”, para mi es de las situaciones más absurdas que existen.

Cuando les pegan los niños entienden que la violencia es legítima, es decir entienden que “sí se pega”.

[Tweet “Cuando les pegan los niños entienden que la violencia es legítima, entienden que “sí se pega”.”]

NOTA: este punto 7 ha sido incluido posteriormente gracias a los aportes de mis lectoras: Lorena, valeria y Ari. ¡Mil gracias!

¿Qué opinas? ¿me falta algo por incluir entre lo que aprende un niño cuando recibe una bofetada de sus padres?

 

Fotografía gracias a www.freedigitalphotos.net