El 10 de febrero de 2010, a las 10 de la mañana comenzó mi parto. Quizás la confluencia de la fecha y la hora, me daba suerte y la fuerza necesaria para enfrentarme a un parto con una niña que pesaba más de 3,800 kg.
El hecho es que yo estaba tranquila, pero un poco inquieta al mismo tiempo. La matrona no paraba de decirme que la niña era muy grande y que es muy posible que yo no la pudiera “sacar”…me molestaba esa falta de confianza en mis posibilidades de ser capaz de parir a mi hija…me molestaba porque me daba la impresión que esa afirmación escondía “algo” detrás, como que necesitaban la sala de dilatación porque tenían atasco de parturientas y les venía mal que yo tardara mucho, o bien que tanto ella como el ginecólogo tenían otros asuntos pendientes que no querían retrasar por mi causa.
En cualquier caso, yo, que no tenía ninguna intención de ponerme en contra a la mujer que ostenta el poder en los partos, simplemente sonreía y le decía “no te preocupes que yo empujo fenomenal”.
Al ser esta mi segunda vez en un paritorio, pude hacer las típicas comparaciones de rigor y tanto mi marido como yo estuvimos de acuerdo en que la vez anterior hace cuatro años en Madrid el parto transcurrió más controlado pero más a mi ritmo. Yo me sentí más mirada y más respetada al mismo tiempo.
En esta ocasión me pudieron poner la epidural antes, así que las contracciones nunca llegaron a ser muy, muy fuertes, aunque sí que me bajó la tensión a 7-4 y en ese momento me sentí fatal, como si me estuviera muriendo con mi niña dentro.
Por lo demás, el parto fue parecido, tres empujones finales y la niña fuera. Un poco de desgarro y unos puntitos, pero nada muy doloroso o incómodo.
Lo mejor, sin ninguna duda, fue que me dieron a la niña nada más nacer, la subí a la habitación en mis brazos, se cogió al pecho en seguida y durmió conmigo todas las noches, mamando cuando quería y teniéndome cerca. Con mi primera hija eso no fue posible, porque alguien decidió que la niña estaría mejor en el nido y que yo descansaría mucho mejor sin ella…¡qué gran error! Porque no dormí absolutamente nada hasta que me trajeron a mi hija y ella tampoco lo pasó precisamente bien en la fría cuna del nido.
Y la estancia en el hospital…¡yo es que odio estar en el hospital!…hay gente que le encanta estar allí controlada y con muchas visitas, pero yo lo aborrezco. Tú en camisón, sangrando y con algunos dolores, con 20 personas en la habitación, teniendo que dar conversación, con un bebé recién nacido que necesita tranquilidad y mamá, nada más…
No, no me gusta estar en el hospital y me alegré muchísimo cuando me fui a mi casa con mis hijas a conocernos tranquilamente.
De la estancia en el hospital me llamó la atención que cualquier persona que entrara en la habitación, fuera enfermera, matrona, pediatra, celador, auxiliar de la limpieza, etc. tenia “sabios” consejos sobre cómo cuidar a la bebé, cómo darle el pecho y cómo vestirla…
La primera perla me la dieron por escrito, en una hoja con consejos de cuidado del recién nacido, donde decía que en las primeras 12 horas se debe abrigar mucho al bebé y dejarlo sin molestarlo en la cuna!! No decía nada de lo recomendable que es poner al pecho al bebé durante su primera hora de vida que es cuando está en estado de máxima alerta, ni de las caricias y mimos que debe recibir un bebé para crecer sano, ni de la lactancia materna A DEMANDA que significa a demanda, sin horarios ni tiempos….no decía nada de lo realmente importante para un bebé. Sin embargo hablaba mucho de curar el cordón con alcohol 3 veces al día, de no bañar al bebé hasta que no se le caiga la pinza del cordón, etc.
El pediatra me soltó otra perlita como que los bebés deben comer cada tres horas y 10 minutos de cada pecho, porque para lo demás están los chupetes.
Una auxiliar le dio un pellizco en el pie a mi hija que la hizo gritar porque se había dormido tomando teta…ni que decir tiene que sólo con la mirada que le eché salió corriendo de la habitación.
Todos se empeñaban en que debía poner a la niña directamente al solazo…yo me resistía un poco y al final la puse 5 minutos..¿qué pasó? Que la niña empezó a sudar y a llorar sin consuelo.
En fin, que yo estaba tranquila y sabía lo que quería hacer porque tenía las cosas muy claras, pero pensé en las pobres primerizas que llegaron al hospital con mil dudas y muchas ganas de hacerlo bien y seguramente salieron con un lío en la cabeza enooorme!!
Y nada más, que estamos todos muy contentos de tener a Alejandra con nosotros. Todos, incluye a todos, es decir a mi hija mayor también. No se ha hecho mayor de golpe al recibir a su hermanita, ella la esperaba con la misma ilusión que nosotros y le dice 100 veces al día cuanto la quiere…y a mi se me cae la baba de verlas juntas en el sofá.