Parto de la base de que los consejos que recibo siempre son bienintencionados. Soy una persona positiva por naturaleza y generalmente no suelo pensar que la gente pretenda hacerme daño.

Sin embargo, cuando una mujer se convierte en madre, sus hormonas están dentro de una montaña rusa, se siente perdida, insegura, débil y cansada, sola, incomprendida y muchos otros sentimientos bastante “chungos”  y no es el mejor momento para recibir consejos…y vaya ¡qué mala suerte! porque justo en ese momento delicado de su vida es cuando recibe millones de consejos! y la mayoría de las veces son contradictorios o van en contra de lo que hace o le gustaría hacer…y además en ocasiones, hacen daño.

Yo sé que la gente da sus consejos con buena intención, eso está claro, pero es que eligen el peor momento para opinar…

Conozco varias mamás que están sufriendo un verdadero infierno interior por culpa de las interferencias ajenas y ahí ya empiezo a dudar de la buena intención de los consejos, porque si es evidente que la mamá está sufriendo y la gente sigue insistiendo en sus críticas, ya no tengo claro el motivo de tanta insistencia.

Creo que cualquier madre que esté leyendo esto, entenderá perfectamente de lo que hablo, ya que es algo por lo que hemos pasado todas y la verdad es que no es muy cómodo.

Y además, da igual lo que hagas porque te van a caer igualmente, si das el pecho, si no lo das, si coges al bebé, si lo tienes todo el día en la cuna, si dejas llorar al bebé, si no lo dejas llorar…da lo mismo, porque nunca llueve a gusto de todos…y ahí está el quid de la cuestión, que no debería llover al gusto de nadie.

Me permito copiar unos párrafos del artículo No a la intervención del blog Criar en contravía, que resumen básicamente lo que pienso al respecto de la gente insistente y molesta:

“¿Pero quién carajos nos creemos para intervenir entre el vínculo madre-hij@? ¿Qué clase de autoridad moral creemos ostentar que nos autoriza a decir qué cómo, cuándo y dónde?

Llegamos como grandes sabedores a ilustrar con nuestro conocimiento, soberbios, arrogantes y con la idea además de con-vencer a esta nueva madre, como si el que ella hiciera lo mismo que hicimos nosotros validara nuestras elecciones… es que tan inseguros estamos de lo que decidimos que tenemos que ir encontrando “adeptos”?

En un momento donde además se están gestando como díada, donde se conocen y re-conocen por primera vez, construyen y nutren ese lenguaje primario y propio que los habrá de vincular de por vida… ¿quiénes somos nosotros para intervenir ese momento sagrado?

No nos digamos mentiras, no nos aceptemos engañarnos pensando que lanzamos toda la artillería pesada de consejos, recomendaciones y lecciones por el bien de la madre y el bien del niñ@, la intervención nunca es para beneficio del otr@. Lo que esa madre necesita es escucharse, reconocerse, descubrirse y para eso necesita silencio, tiempo y contacto con su bebé.  Y ese bebé lo que necesita es una madre que va descubriendo su voz interior y aprendiendo su lenguaje.”

Pues eso, dejemos a las mamás tranquilas. Si nos piden consejo, entonces hablemos, pero si no preguntan nada, no digamos nada por favor.

Cada uno puede pensar lo quiera, faltaría más, pero es mejor que se guarde su opinión si no ha sido solicitada.