A veces las responsabilidades como padres son abrumadoras. El trabajo, los gastos, el colegio, las extraescolares, tener todo listo a tiempo, preparar la comida, el baño, los deberes, los lloros, las rabietas…muchas cosas que implican trabajo y que pueden agobiar a cualquiera.

Además, si eres una mamá/papá perfeccionista la cosa se complica todavía más, porque quieres alcanzar una perfección que no existe por lo que siempre te sientes en lucha, comparándote con modelos utópicos inalcanzables y este sentimiento puede ser muy angustiante.

Ves a esas madres perfectas, bien vestidas, delgadas y con el pelo planchado; y ves a sus hijos con una ropa preciosa, sin una mancha, comiendo bocadillos de pan casero y fruta de temporada cortada y pelada en tupers; que siempre les hablan con amor, que nunca pierden los nervios, que llegan a tiempo a todas partes y que sus hijos llevan el mejor disfraz en la fiesta del colegio (cosido a mano por supuesto)…y luego te miras a ti que hace meses que no vas a peluquería, con una camiseta que tiene una mancha, en vaqueros y zapatillas de deporte…y tus hijos corriendo por la calle con los pantalones sucios y los zapatos desgastados…y te sientes fatal.


Yo también he estado ahí y sé de lo que hablo. Pero te digo que en realidad la perfección no existe y creo que es más sano para todos, para nosotros mismos y para nuestros hijos, tener una actitud positiva en la que sabemos que no somos perfectos pero nos esforzamos para mejorar.

Además, mientras tú intentas conseguir la perfección, la vida pasa, tus hijos se van haciendo mayores y ese es un tiempo que nunca recuperarás.

Un ejemplo

El fin de semana pasado hubo una tormenta enorme en Valencia. En nuestra casa entró algo de agua y tuvimos que recoger y tirar varias cosas. Cuando terminamos de hacer esto, yo no tenía preparada la comida pero mis hijas se morían de ganas de ir a saltar en los charcos como Pepa Pig 🙂 así que respiré despacio, decidí que comeríamos pizza y ¡nos pusimos las botas de agua!

Estuvimos casi dos horas saltando charcos y para rematar terminamos en un charco enorme que se había formado delante de mi casa. A mi me llegaba el agua casi por el borde de mi bota de agua, así que a mi hija Alejandra (de dos años y medio) le llegaba casi por el culete.

Decidí no agobiarme, divertirme y saltar con ellas. Nos mojamos completamente, mis hijas tenían más agua dentro de las botas que fuera pero disfrutaron como nunca.

Al terminar nos dimos un baño caliente y comimos pizza…de la pizza no me acordaré dentro de unos años, pero de mis hijas riéndose y saltando en un inmenso charco seguro que si.

Para terminar, os copio un poema precioso que ha escrito una mamá bloguera:

RESPIRA. Serás madre toda tu vida.

Enséñale las cosas importantes. Las de verdad.
A saltar en los charcos, a observar a los bichitos,
a dar besos de mariposa y abrazos muy fuertes.

No olvides esos abrazos y no se los niegues NUNCA:
puede que dentro de unos años los abrazos que añores
sean los que no le diste.Dile CUÁNTO LE QUIERES
Siempre que lo pienses.
Déjale imaginar. Imagina con él.
Déjale llorar. Llora con él.
Las paredes se pueden volver a pintar.
Los objetos se rompen y se remplazan continuamente.
Los gritos de mamá DUELEN PARA SIEMPRE.
Puedes fregar los platos más tarde.
Mientras tú limpias él crece.
Él no necesita tantos juguetes.
Trabaja menos y quiere más.
Y, sobre todo,RESPIRA.
Serás madre toda tu vida.
Él sólo será niño una vez.

Jessica Gómez
http://hablamebajitomama.blogspot.com.es