fin_Colecho

Hoy traigo un post maravilloso escrito por una de mis alumnas de la tercera promoción del programa de Formación de Asesoras de Lactancia Materna EDULACTA.

Ella se llama Pilar Muñoz Juez y además de ser una enamorada de la lactancia materna, también es una enfermera implicada que quiere actualizar sus conocimientos constantemente para ofrecer así el mejor servicio posible a sus pacientes.

Hoy quiere reflexionar sobre el fin del colecho y yo le he cedido mi blog para que todos podáis leer sus hermosas palabras:

Reflexiones del fin del colecho

Se acabó y yo me sorprendo de mi misma. Me siento triste y añoro tu presencia.

Reconozco que, en un primer momento, el colecho fue una táctica de supervivencia.

Descansar o morir por falta de sueño, espatarrada en el pasillo, en cualquiera de los innumerables paseos nocturnos hacia otra habitación para consolarte/alimentarte.

Yo, que siempre he sido una marmota y me gustaba dormir más que a un tonto un lápiz, me di cuenta de a qué se referían las bienintencionadas gentes cuando me decían durante el embarazo, con una sonrisita picarona en la cara; “ya, ya verás…aprovecha a descansar ahora que luego no podrás…”

¡¡¡Mierda!!!!, ¡¡¡¡sois unos agoreros!!!!.

Muy señores míos, dejadme que discrepe.

Sí se puede descansar, sí se puede dormir. Claro está, no del mismo modo como lo hacíamos antes de tener a nuestro vástago, del tirón y sin otro ruido más que nos perturbe que la moto que pasa por la carretera, la ambulancia o la chaparrada que nos desvela de madrugada. Tenemos un bebé no un tamagochi.

Al menos, se puede aspirar a un descanso lo suficientemente reparador como para enfrentar nuestros quehaceres cotidianos y no ir por ahí con cara de perro.

Para esto, hay que reinventarse, desechar lo que es “normal” para los demás e interiorizar y creerse lo que es normal y apropiado para ti y tu familia.

Buscar lo más asequible y efectivo en tu caso particular. No esperar el beneplácito de los demás.

Tirar colchones al suelo, apañar cunas del ikea, mudar temporalmente al papá a otra habitación… el bebé necesita estar con su cuidador principal. Habitualmente su madre. PUNTO.

(Nota: y no, no necesita en absoluto a Estivill…)

Era un zombie andante, no daba pie con bola y casi siempre estaba de mal humor.

¿Os suena?.

Recuerdo como enfrentaba las noches con temor porque ya sabía lo que se me venía encima. Paseíto va, paseíto viene. Horrible.

Tú tenías apenas tres meses de vida y , aprovechando algún momento en el que el riego me debió llegar a la cabeza, le dije a mi marido en modo S.O.S;

“apáñame algo con la cuna que no aguanto más”.

Ahí había estado la solución todo el tiempo. Era algo natural, que nos pedía el cuerpo, pero aún estábamos cegados por la imposición social, lo que “se debía hacer”, lo que era “correcto”.

Bla, bla, bla…

Los demás no estaban en nuestras circunstancias. Eramos nosotros los que debíamos buscar NUESTRAS soluciones.

Nuestra solución fue la cuna en sidecar.

Han pasado ya tres años desde aquello y creo que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en cuanto a crianza. He desoído consejos no solicitados y me siento bien por haber tomado yo las riendas de una maternidad consciente, por lo menos, consecuente para mí.

Mi bebé, mis circunstancias, mis maneras. Tan solo esto me sirve.

Todo han sido ventajas. Te he velado todo el tiempo, podía vigilar si tenías calor o frio, si estabas inquieta o algo te incomodaba. Si tenías fiebre o mocos que no te dejaban respirar.

Te daba la teta y conciliábamos ambas el sueño con facilidad.

Tú, dormías relajada al sentirte acompañada y nosotros, también.

Siendo más mayor, nos pedías lo que necesitabas sin necesidad de desvelarnos demasiado. Con un vaso de agua y unos clínex cerca, resolvíamos el 80% de sus peticiones sin tener que levantarnos de la cama.

Que reconfortarte era oírte y verte dormir. Esa paz, la he disfrutado cientos de noches. Como echo de menos esa sensación, de placidez, de ternura, de protección máxima teniéndote a mi vera. Y, eso, ya no me lo quita nadie.

He podido dormir cogiéndote de la mano. Has podido quedarte dormida mientras me tocabas el pelo, todo eso sin pensar que en algún momento de la noche teníamos que separarnos. No, estábamos toda la familia junta descansando en nuestra guarida.

Cuando nació tu hermano, la logística tenía que cambiar obligatoriamente.

En contra de lo que ,otra vez, los cansinos la gente bienintencionada nos aconsejaba, no te obligamos a pasar a un nuevo cuarto durante el embarazo. Te pusimos al lado de papá para poder poner otra cuna sidecar al lado mío.

Me dio muchísima pena. Recuerdo haber llorado por ello. Yo, te necesitaba aún junto a mi. Ver tu carita mientras dormías, acariciar tu mejilla, darte un beso de buenas noches a las 22:00h, las 02:00h o las 05:00h si me apetecía.

Decidimos ir sobre la marcha. No sabíamos que podía pasar colechando con dos bebés.

cuna_sidecar

Temíamos que te desvelaras por las noches con los lloros de tu hermano. En cambio, eso nunca sucedió.

Llegó un momento en que nos impacientamos por cambiarte.

Te movías mucho, y todas las noches acababas con tu cabeza o tus pies encima de tu padre.

Pasaste una época en la que hablabas en sueños o te despertabas llorando, temimos entonces que fueses tú la que despertases a tu hermano. Siempre anticipándonos a acontecimientos que no sabíamos si iban a suceder, preocupándonos de antemano.

Esto, tampoco sucedió.

Empezamos a preparar otra habitación. Preciosa y cuquísima. Aún así, tú preferías dormir con papá, mamá y el tato.

No era tu momento y, a la hora de la verdad, te daba igual cuanto se pareciera tu cama nueva a un castillo de princesas. Tu necesidad para descansar, seguía siendo otra.

La compañía.

Pero todo cambia, todo evoluciona y ahora eres tú la que pides dormir en tu nueva habitación. Papá, se ha vuelto a mudar contigo, aún estás acompañada.

Cambiamos pero poco a poco, sin prisas.

Aún tienes tu cuna sidecar al lado de nuestra cama y está preparada por si te apetece hacernos una visita cualquier día.

Yo, duermo colechando con tu hermano aún.

Cuando está ya dormido, miro instintivamente al otro lado de la cama y no estás tú.

Veo tu cuna vacía y te echo de menos.

Es la afirmación de que una nueva etapa comienza y otra se va. Tú, evolucionas y transitas por tu paso de bebé a niña y yo me adapto a estos avances que te van haciendo más independiente. Así debe ser.

Lo recordaré como algo tan hermoso como fue tu lactancia. Dormir contigo ha sido una decisión acertada. Placentera. Hermosa.

Y, aunque te hagas grande mi niña, si así lo quieres, dormirás en la cama que te plazca.

Estemos tus padres o no en ella.

Con todo mi amor para mi pequeño terremoto, Claudia.