Esas fueron las palabras de mi hija cuando me estuvo contando lo que le pasó el otro día en el patio del colegio.
A mi hija le encantan los bichos, los animales y cualquier ser vivo en general. Pues en el patio del colegio encontró una lombriz y la cogió con las manos sin ningún reparo y toda contenta se fue a enseñársela a sus amigos, “¡mirad qué lombriz me he encontrado! ¿a que es chula?”
Una profesora la vió con la lombriz y la castigó un rato sin jugar porque según ella no se podían coger los bichos del suelo…y la conclusión que saca mi hija de la historia es que “la próxima vez me esconderé para que no me pillen””. Ahí se ve claramente la efectividad del castigo…
Es evidente que ella sigue creyendo que las lombrices son divertidas e interesantes y no piensa dejar de cogerlas, pero a partir de ahora lo hará a escondidas…así que supongo que pasará lo mismo con cualquier otra actitud que haya provocado un castigo…
Me hace reflexionar en las veces que yo he castigado a mi hija.
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