He capturado del fantástico blog Amor Maternal, esta transcripción de una conferencia del Dr. Carlos González en la que trataba muchos temas relacionados con la crianza de los hijos y daba su particular punto de vista.
Siempre digo que me encanta Carlos González, es tan directo…y dice cosas con tanto sentido.
Se habla mucho de los límites para los niños,  y es curioso porque los límites son siempre para los niños. ¿Qué se entiende por límite? Pues cosas muy distintas y que generan confusión, porque a veces oigo por ahí que dicen: “No, el Dr. González dice que los niños tienen que hacer lo que quieran.”. Pues claro que no, los niños no tienen que hacer lo que quieran.Algunas veces el niño hará lo que quieres tú, y otras veces harás tú lo que quiere el niño, y el que predomine uno u otro depende de la edad y depende de las circunstancias. Lo que no me gusta nada es que tanto tú como el niño hagáis lo que quieren terceras personas. Que os fastidiéis los dos para darle gusto a otro. Todos los niños tienen límites, es algo automático y es inevitable.

Ellos tienen límites que son puramente naturales, el día no tiene más horas de las que tiene, el niño no tiene más juguetes de los que tiene, cuando juega con sus amigos le gustaría ganar, pero muchas veces pierde, cuando corre le gustaría correr más rápido pero no puede…

Los niños tienen límites absolutamente naturales, y también tienen límites que tú le tendrás que imponer por motivos de seguridad personal. Evidentemente

si el niño quiere jugar con un cuchillo tú no le dejas, si tu bebé quiere chupar un encendedor, no le dejas, si tu bebé quiere beberse una botella de lejía, no le dejas. Claro que no le dejas, pero es que eso no te lo tiene que decir nadie. Tú imagínate a un niño intoxicado con lejía, y te dicen “pero bueno, ¿no viste que el niño cogía la botella de lejía?”, responderías: “Sí, pero le dejé.”.¿Cómo que le dejaste? “Es que ya me he comprado el libro, un libro que se llama ”

Cómo ponerle límites a los niños“, pero todavía voy por el capítulo 3 y como lo de la lejía está en el capítulo 7 todavía no sé cómo se hace.” Creo que no hay nadie así de tonto en el mundo, todo el mundo sabe cómo impedir que su hijo beba lejía, juegue con un cuchillo o se tire por el balcón, pegue a otro niño o le saque un ojo a un gato.Entonces

¿de qué puede ir un libro que se trate de poner límites a los niños? ¿Te van a explicar cómo impedir que se tire por el balcón? No, porque es un absurdo, te va a explicar cómo ponerle límites que ni siquiera se te habían ocurrido. Te va a explicar cómo prohibirle cosas que no tienes ningún motivo para prohibirle, que probablemente ni siquiera tenías ganas de prohibirle hasta que viste en el libro que había que prohibirlo y que simplemente es un libro para demostrar quién manda a quién. Continuamente prohibimos cosas a los niños,

que si ‘no pongan los codos en la mesa’, que ‘no pinten en la pared’, que ‘no toquen alguna cosa’. Luego nos quejamos de que los niños tengan una ‘edad del no’. ¿Pero cómo no va a haber una ‘edad del no’ si es la primera palabra que les enseñamos? Haz la cuenta de cuántas veces al día le dices ‘no’ a un niño durante los primeros 2 o 3 años. Es la palabra que tienen más dominada. Quizás lo que necesiten los niños es precisamente una vida sin límites, que aparentemente está permitida para adultos, pero para niños no.