Hoy tengo como autora invitada a la genial Ana Quesada para hablarnos de la matrescencia.

Así se presenta ella misma

“Soy Ana Quesada, madre de dos niños, psicóloga especialista en educación y licenciada en Antropología. Después de seis años trabajando con niñas y niños con necesidades educativas especiales, mi mundo se transformó por completo al convertirme en madre. Viví una crisis vital de la que salí muy empoderada, y ahora acompaño a madres que están pasando por lo mismo, las ayudo a conocer sus propios recursos internos para que utilicen herramientas que les ayuden a conocerse mejor, a recuperar su sensación de capacidad y a tomar las riendas de su vida.”

La puedes encontrar en su Fanpage de Facebook para ampliar información.

Matrescencia ¿Qué es?

Lo que no se nombra no existe, dijo George Steiner hace algunos años.

Efectivamente, el lenguaje tiene una gran importancia en nuestra manera de percibir el mundo.

El lenguaje es sexista; creo que no hace falta que me extienda sobre ello, es bastante evidente. Lo que quizás no es tan evidente es que los procesos por los que pasamos las mujeres, nuestras vivencias, nuestras experiencias, han sido invisibilizadas a fuerza de no nombrarlas, de no hablar sobre
ellas, de ignorarlas.

Esto es precisamente lo que ha ocurrido con la matrescencia, esto es, la etapa de transición que vivimos las mujeres de no tener hijos a convertirnos en madres.

El concepto fue acuñado hace tiempo por la antropóloga Dana Raphael, pero desgraciadamente no se le dio la importancia que merece porque en nuestra sociedad las “cosas de mujeres” siguen siendo poco importantes o invisibles.

La maternidad nos cambia para siempre.

Y este proceso de transición no se da de un día para otro, claro. Comienza en el embarazo, e incluso antes, desde el momento en el que nos planteamos convertirnos en madres.

Ahí empieza esta transformación que no termina tras el posparto o el puerperio, no. Porque el embarazo, el parto y el posparto se han abordado desde el modelo biomédico hegemónico, pero no se ha profundizado lo suficiente en cómo estos procesos afectan a la vida de la mujer desde una perspectiva psicosocial.

Y es precisamente tras el nacimiento del bebé cuando se producen más cambios en la vida de su madre, es en este momento cuando empieza la matrescencia propiamente dicha. La mujer debe reestructurar su identidad, su mundo, su tiempo, sus prioridades…

Cuando nace el bebé comienza la matrescencia y la mujer debe reestructurar su identidad, su mundo, su tiempo, sus prioridades… Clic para tuitear

Durante la matrescencia entran en juego factores biológicos, psicológicos, sociales y culturales, por lo tanto cada una lo vivirá de diferente manera en función de sus circunstancias. Es una época de desorganización y vulnerabilidad psíquica, en la que se deben aprender nuevos roles y reintegrarlos con los anteriores. Se produce un cambio interno que puede llevar a tener conflictos con una misma y con el entorno.

Las mujeres durante la matrescencia debemos enfrentarnos a cuatro desafíos.

En primer lugar, los cambios que se producen en la dinámica familiar. Con la llegada del primer hijo la pareja (en el caso de que haya una pareja) se convierte en una familia; hay que adaptarse a la nueva situación y en ocasiones surgen tensiones, fruto del cansancio, de los nuevos roles tras la llegada del bebé y de las expectativas de cada uno, que no siempre coinciden con las del otro.

Hay que ver cómo repartir las tareas, cómo organizar el hogar… También puede ser difícil encontrar momentos de intimidad, lo cual contribuye a empeorar la comunicación.

En segundo lugar, la ambivalencia entre el deseo de cuidar al bebé y el deseo de tener tiempo y espacio para una misma. Es normal querer estar cerca del bebé, no querer separarse de él, pero al mismo tiempo sentir a veces la necesidad de tener espacio físico y emocional propio.

Estos sentimientos encontrados provocan sensación de culpa e incomodidad, contradicciones.

En tercer lugar, se produce un choque entre la fantasía y la realidad. Antes del nacimiento, es normal formarse una imagen de cómo va a ser el bebé y cómo va a ser la experiencia de la maternidad, pero tras la llegada del bebé una se encuentra con la realidad, que no suele coincidir con lo que había imaginado previamente, y debemos adaptarnos a ella.

En cuarto y último lugar, las mujeres debemos hacer frente al sentimiento de culpa que aparece al compararnos con el modelo de “madre ideal” que se nos ha mostrado, en el que la madre siempre está feliz, contenta y encantadora, no tiene necesidades propias, se encarga de su hijo, de la casa, de trabajar, etc. Y nos parece que nunca hacemos lo suficiente, que no llegamos a este modelo de madre y mujer perfecta al que deberíamos aspirar. Esto nos lleva a sentirnos culpables y avergonzadas, y muchas veces evitamos hablar sobre ello, por sentir que no somos lo bastante buenas.

La matrescencia es una etapa universal, es decir, se vive en todas las culturas.

Toda mujer al convertirse en madre sufre una transformación, un proceso de cambio de identidad. Pero varía muchísimo cómo se vive de una sociedad a otra.

En otras culturas no industrializadas se celebran una serie de rituales para brindar apoyo y cuidados a las nuevas madres. Durante este tiempo, suelen estar acompañadas por otras personas y ellas sólo deben dedicarse a su bebé y a recuperarse tras el parto.

Pero en nuestra cultura es en el embarazo cuando se le presta más atención a la mujer; es entonces cuando se suele celebrar el típico baby shower, los amigos y familiares suelen estar muy pendientes de ella, hay clases prenatales y controles regularmente… Tras el nacimiento del bebé, esto cambia. Se espera que se recupere físicamente en poco tiempo, que se encargue de amamantar y cuidar al bebé pero también de organizar la casa, de atender a las visitas… Y todo esto con el mínimo apoyo.

Durante el embarazo se presta atención a la mujer, pero cuando nace el bebé esto cambia. Clic para tuitear

En nuestra sociedad cada vez tenemos menos hijos y parece que estamos poco familiarizados con lo que realmente significa la experiencia de cuidar de un bebé.

Los bebés necesitan estar en contacto constante con su madre, necesitan ser atendidos las 24 horas del día. Pero no se muestran cuáles son realmente las necesidades biológicas y emocionales de los niños, por lo que casi todas las mujeres deben transitar la matrescencia sin el apoyo necesario.

Apoyo para poder dedicarse a su bebé, para descansar cuando sea posible, para darse una ducha, para hacer la compra, para alimentarse…

Además, la imagen que se ofrece de la maternidad en los medios de comunicación es bastante irreal: al poco tiempo de dar a luz, la madre está espléndida, con el cuerpo sin señales del embarazo y el parto; sigue trabajando a pleno rendimiento dentro y fuera de casa; mantiene la casa arreglada como para un catálogo de revista de decoración; atiende perfectamente a las visitas… Y en realidad la maternidad implica muchas noches sin dormir, cansancio, revolución hormonal, un bebé que nos reclama 24 horas al día…

Nos queda mucho por cambiar, y la maternidad y la crianza deberían ser asuntos prioritarios por la importancia que tienen para las personas y para la sociedad. Debemos conocer las necesidades de los niños y de las madres para cubrirlas. Un bebé criado según sus necesidades biológicas y emocionales será una persona que desarrolle un apego seguro y una visión del mundo como un lugar seguro y acogedor.

Y una madre con apoyo vivirá una matrescencia mucho más feliz.