Hoy comienzo una nueva sección en la que voy a publicar las historias y relatos de lactancia materna de los lectores del blog.

Cuando te conviertes en mamá, leer lo que les sucede a otras mamás en la misma situación que tú es algo muy interesante y si hablamos de lactancia materna más todavía.

Muchas mujeres nos enfrentamos a nuestra primera lactancia sin haber visto nunca a un bebé al pecho y eso puede hacernos sentir muy solas, es por esto que quiero recopilar las historias de lactancia que generosamente me ofrezcan las mamás que lo deseen para publicarlas en el blog y así permitir que otras mamás se sientan más acompañadas y vean que hay lactancias complicadas, otras sencillas, muchas criticadas y algunas fracasadas, pero todas tienen en común el amor por nuestros pequeños.


Si quieres compartir tu historia de lactancia sólo escríbeme a maternidadcontinuum@gmail.com y la publicaré.

Hoy empezamos con la historia de Eva Jiménez, autora del blog Una Mamá Descubriéndose, que ha querido ser la primera en compartir su relato para inaugurar esta nueva sección:

Cuando iba a tener mi primera hija tenía más o menos claro que quería dar el pecho, había oído comentarios de gente que había empezado dando el pecho pero que luego, la mayoría sobre los 3 meses, lo acababan dejando porque su leche le decían que “ya no era buena” o porque el bebé “se quedaba con hambre y necesitaba más”. Antes de parir leí todo lo relacionado sobre lactancia materna que cayó en mis manos y tenía más o menos claro que lo importante era que cuando naciera me la pusiera al pecho lo antes posible porque facilitaba que se estableciera la lactancia. También tenía claro que el calostro era muy beneficioso porque le aportaba un montón de nutrientes.

Cuando nació mi hija, el parto fue inducido, pero afortunadamente pude parir vaginalmente (aunque con ayuda de ventosa para sacarla – pero ese es otro tema -). Al cabo más o menos de una hora después de haber nacido me puse mi hija en el pecho y mamó por primera vez!! Para mí fue una sensación como si fuese lo más normal del mundo, lo más natural. Mamó un rato, quizás 10 ó 15 minutos y luego se durmió. Durmió plácidamente toda la noche.

Al día siguiente siguió mamando, nadie me vino a explicar cómo dar el pecho hasta el tercer día de estar en el hospital. Ni enfermeras, ni comadronas, ni pediatras… Ese día vino una de las comadronas que me atendió en el parto y para entonces mi hija había mamado muchas veces ya y se sorprendió…

Parecía que todo el mundo se sorprendía: amigos, familiares,… creo que todos muy inculcados con la era del biberón. Me decían “¿y se queda bien?” “¿tiene suficiente?” “¿no se queda con hambre?” Eran algunas de las preguntas que me hacían… Preguntas que aunque tú veías que la niña estaba bien no dejaban que yo no albergara dudas en algún momento.

Aún así pudimos establecer la lactancia bien hasta los 4 meses, cuando faltaba poco para volver a trabajar y comenzamos a introducirle algún biberón en momentos en los que yo estaba ausente y empezó a usar chupete y ya no se despertaba tanto por la noche… Estas “interferencias” provocaron que ya no quisiera el pecho como antes y que la niña incluso perdiese algo de peso. Aún así, volví a ofrecerle el pecho mucho más y volvió a recuperar y conseguimos llegar hasta los 7 meses casi de lactancia! Momento en el que pensé que ya no quería mi pecho porque no mostraba ningún interés cuando se lo ofrecía, así que pensé que ya había llegado el momento en que la lactancia había finalizado. Me sentí un poco más liberada por no tener esa “atadura” pero por otro lado un poco triste por perder esa relación tan estrecha con mi hija.

Al cabo de unos meses me planteé si no podía haber intentando alargar más la lactancia… haber puesto más de mi parte para que no acabara. Así que decidí que si tenía otro bebé intentaría que al menos durara más de 7 meses. Me apetecía tener una lactancia más larga.

Al nacer mi segunda hija, que fue un proceso natural de parto, casi hasta el final que me pusieron una dosis baja de epidural cuando estaba de 9 cm dilatada. En cuanto salió mi hija, me la pusieron en la barriga, al igual que con mi primera hija, pero esta vez incluso la limpiaron encima de mí. Sólo se la llevaron para pesar y aspirar mocos. El pinchazo del talón lo hicieron con ella sobre de mí también. Esta vez dí a luz en un hospital público, no privado como en el primer parto.

Nos dejaron solos a los tres (a papá, mi hija y yo), durante una hora y media creo recordar y mi bebé se enganchó sin problemas a mi pecho. Después de mamar del primero siguió llorando así que mamó del segundo pero lloraba y lloraba… “¡Tiene hambre!” me dijo la comadrona.

Así que no paraba de estar enganchada a mi teta, y si no estaba enganchada quería brazos. ¡Qué diferencia con mi primera hija!

Me sentía un poco desconcertada. La primera noche no pegué ojo, igual que con mi primera hija, pero la primera vez fue por expectación y emoción. Esta vez fue por que no paré de darle de mamar, mecerla, etc. Si no estaba en brazos o al pecho no dejaba de llorar.

Cuando empecé a conocer a mi hija cómo se comportaba me resultó todo más fácil. Cuando tenía hambre comía succionando con fuerza, más que lo había hecho su hermana dos años antes. A lo mejor estaba diez minutos hasta que me notaba que me había vaciado todo el pecho. Entonces le ofrecía el otro y mamaba hasta que se dormía. A lo mejor pasaba una hora y media o dos horas y me volvía a pedir. Ella no se dormía al pecho, si tenía hambre succionaba con fuerza y luego una vez satisfecha sí se dormía.

A día de hoy, aún sigo dándole el pecho, ella va a cumplir veintidós meses. De hecho, es un alimento esencial en su dieta. Apenas come yogures u otro tipo de leche. Creo que también el hecho de trabajar fuera de casa ha incrementado su necesidad de tener ese contacto conmigo. Y eso afecta en que a veces se salta comidas por mamar. Este hecho hacer que a veces tengo que oír algunas críticas porque no come comida, solo teta  :’(

Si yo no estoy, ella come de todo, nada de purés, comida normal, le gusta casi todo y no tiene ningún tipo de problema de masticación. Pero si yo estoy en casa prefiere estar conmigo y mamar.

Lo que más me duele son algunas críticas que recibo, de algunas personas cercanas a mí. Sé que no me critican con maldad, simplemente lo hacen desde la ignorancia de saber los beneficios que la leche materna aporta a mi hija. Estas personas se han criado viendo que a los niños llega un momento que se les deja de dar el pecho “porque la leche ya no alimenta” y tienen tan interiorizada esa idea que no entienden por qué aún “insisto” en darle el pecho cuando mi hija ya debería comer de todo y dejar la teta.

No ven que le esté haciendo ningún beneficio a mi hija, si no más bien lo contrario. Y aunque a veces les argumente que mi leche le alimenta ahora igual que lo hacía cuando nació, hacen oídos sordos… y en el fondo creo que piensan que lo que hago no es “lo normal” y por eso no lo aceptan. Aún así, tengo claro que quiero darle el pecho a mi hija hasta que ella o yo digamos ¡se acabó!

¡Muchas gracias Eva por esta historia tan tierna!

Si quieres leer los relatos de más de 50 madres lactantes entra aquí y lee el libro de mi amiga Mónica Salazar y si quieres contribuir con tu propia historia, escribe a maternidadcontinuum@gmail.com