Hoy quiero seguir publicando las historias de lactancia que mis fantásticas lectoras me siguen mandando. Si quieres que publique tu historia de lactancia en el blog sólo tienes que mandármela a maternidadcontinuum@gmail.com.
Os dejo con la historia de Virginia, @Lazvy en twitter y autora del blog Mamá y su Coquito que quiere ayudar con su historia a otras madres que lo necesiten, una historia precios en la que Virginia consiguió a base de constancia y confianza, eliminar los dichosos “biberones de apoyo” de su hija ¡mil gracias por tu generosidad!:
Mi lactancia
Después de poner fechas, límites y dejar de escuchar “consejos”comencé a disfrutar mi lactancia.
Por cómo comienzo, podéis deducir que la historia de mi lactancia ha sido un poco complicada. Quiero contarla, sobre todo, por si sirve de ayuda a alguien y, si alguna se siente identificada, que no se sienta sola y vea que de todo se sale.
Aunque la lactancia propiamente dicha comienza con el nacimiento del bebé y su amamantamiento, debo señalar que la preparación mental previa y las ganas tienen mucho que ver para que se establezca.
En mi caso particular, antes de dar a luz ya no paraba de oir frases del tipo “darás el pecho sólo si tienes leche” “puedes darle el pecho para complementar” …. y cosas de ese estilo que ya dan por hecho que será un fracaso. Así mal empezábamos…
Antes de ir a las clases de educación maternal me preocupaba mucho eso. Me preguntaba: ¿me saldrá leche? ¿cómo será?. Mi idea era darle al menos 3 meses el pecho a mi bebé (algo que ahora me parece totalmente insuficiente, aunque todo depende de la situación de cada uno) y luego ya vería cómo hacía. Tras las clases y más información que iba recogiendo me di cuenta de que la gran mayoria de mujeres tenemos leche y que se adapta a las demandas del bebé. Además lo ideal son 6 meses de manera exclusiva y alargar durante un año o dos esa lactancia es muy beneficioso para el bebé.
Mi madre no me dio el pecho y mi abuela tampoco se lo dió a sus hijas así que de poca ayuda en este ámbito me podían servir. Quizá su frustración la volcaron en mí y casi intentan boicotearla a base de biberones y comentarios que sobraban totalmente.
Al nacer Coquito, la matrona y enfermeras me instaron a que la pusiera al pecho para ver si se agarraba y así lo hizo sin ningún problema. Me pareció un momento muy especial porque había oído de gente que le costaba mucho. Parecía que Coquito estaba muy agustito ahí agarrada y no me importaba tenerla el tiempo que quisiera aunque yo sintiera molestias.
El problema vino porque al segundo día seguía perdiendo bastante peso y el pediatra apareció ya con unos biberones de fórmula para que le diera 3 al día. Ese panoraba era desolador, y yo lo seguía intentando pero me dolían mucho los pezones. Cuando vino una matrona para ver qué tal estaba tras el parto le comenté mis molestias y me dijo que la niña tenía un frenillo prolongado en la lengua y que por eso le costaría mamar. ¡¡Bendita aparición!! y ¿Por qué mi pediatra no lo vió? (si lo vio pero le daba igual porque a la niña para otras cosas podría no afectarle hasta que no creciera un poco) Así la matrona me recomendó que visitara al cirujano infantil para que lo viera y nos aconsejara.
En efecto, Coquito tenía un frenillo “de libro”, como nos diría el especialista. Tuvimos que esperar 15 días a que la interviniera.
Durante ese tiempo, el primer mes de vida perdimos mucho avance en la lactancia porque tenía heridas y el dolor era insoportable. Intentaba sacarme la leche para dársela en biberón y poder seguir así con las tomas.
Una vez arreglado el problema intenté, más mentalizada, luchar por establecer la lactancia materna exclusiva reduciendo los 3 biberones a 2, de 2 a uno y de ahí a ninguno en los dos meses siguientes. Ese fue mi logro y lucha personal que sólo pudo apreciar mi pareja y mi hija. El resto casi pensaba que estaba loca, que la niña iba a pasar hambre y que era mejor que engordara a base de biberón.
Fue un periodo muy duro porque me exigía mucho tiempo (cada dos horas o menos darle el pecho durante casi 1 hora) y el hecho de haber vuelto a trabajar unas horas a la semana de nacer la bebé no ayudaba nada a mi situación. Además de el tiempo me robaba mucha energía y anímicamente, al no recibir mucho apoyo, estaba destrozada. Entre las clases intentaba dejar tiempo para utilizar el sacaleches o poner la niña al pecho y yo misma me sorprendí de los avances. Sólo compensaba la felicidad de Coquito y el pensar que estaba haciendo lo mejor para ella.
Así llegamos a sus 11 meses y sigue con su teta. Es su lugar preferido y, aunque ya andamos con alimentación complementaria, ella toma teta antes de las comidas y para relajarse junto a mami cuando quiere. Creo que antes de decir “Ma-má”concientemente dirá “te-ta”. Los bebés son muy listos y Coquito sabe de sobra dónde está su teta y la busca cuando quiere. Es mejor dejarse de complejos y transtornos y hacer caso a nuestro instinto.
Creo que es de suma importancia y utilidad consultar con los grupos de apoyo a la lactancia y con las matronas que son los que realmente nos pueden asesorar y ayudar.
¡Muchas gracias Virginia por esta enorme historia de superación! Seguro que ayudarás a muchas madres a confiar en su capacidad de amamantar.
Si quieres leer los relatos de más de 50 madres lactantes entra aquí y lee el libro de mi amiga Mónica Salazar y si quieres contribuir con tu propia historia, escribe a maternidadcontinuum@gmail.com
Si quieres leer más historias aquí tienes las anteriores:
– La historia de Carolina parte 1
– La historia de Carolina parte 2
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